Mario Broncano, el boxeador que llegó a la gloria y que hoy pelea contra sus demonios y fantasmas.
Mario Broncano representando el ocaso de su carrera. |
MarioBroncano tiene la violencia tatuada en el apellido, “Broncano”. Ha vivido toda su vida a base
de golpes; los que daba y recibía dentro del ring y afuera, en la calle. Golpes que aplicaba asiduamente a
los pacos de droga al momento de fumarlos. Y así expectorar o atraer demonios y fantasmas que lo hacían divagar entre subrealidades o simplemente realidades irreales.
Así era Mario, agresivo por naturaleza. A su corta edad
había convertido su agresividad en un inminente negocio. Peleaba siempre. Y
siempre lo hacía apostando. Apostaba dos lucas o una bolsa de terocal por la demolición inmediata del rival de turno. Muchas veces mayor. La técnica y el estilo con que descargaba su agresividad sobre sus rivales fue descubierta
en una pelea informal, de las muchas que se realizaban, en el Centro de Reformaciónde Maranguita, donde pasó recluido algún tiempo por robos menores. La forma en
que peleaba no pasó desapercibida a los ojos de los administradores del Centro,
que rápidamente lo convirtieron en el personaje más ilustre del Centro de ehabilitación de Maranguita.
Luego
de su corta excursión por el Centro de formación, Broncano, empieza su
prominente, aunque inconstante, carrera pugilística. O la también llamada deporte de
las “narices chatas”. Y con ella su efímera fama y su eterna desgracia. Ganaba
tantas peleas que llegó a ser el único boxeador peruano ubicado en el segundo
puesto, en el ranking de Boxeo sudamericano. Tenía al mundo en sus manos. Era
el futuro campeón mundial. ¡Y tan solo con 18 años! Pero se convirtió en una
estrella autodestructiva. La pelea más difícil la tenía con la droga y los
catastróficos efectos que en él producía. Tras cada pelea ganada, Broncano, la
celebraba inhalando terocal o fumando pasta básica con sus amigos.
Una vez
acabado el dinero, se terminaban las drogas. Así que la necesidad de seguir
consumiendo los llevaba a robar a cualquier transeúnte, para así sanear su
estado narcótico. De vuelta a un penal de reclusión, Broncano, traía consigo a
su ambigua fama de gran boxeador y de mal delincuente. En el penal era un
ídolo. Y para reverenciarlo, agentes
boxísticos del pugíl, decidieron hacer tres peleas televisadas, dentro
del Penal de Lurigancho. Luego saldría de prisión, pero volvería por delitos
similares a los anteriores.
En el Penal de Lurigancho, enseñando a otro interno. Aquí realizó tres peleas que fueron televizadas. |
El morbo de los medios de comunicación, por escuchar
las confesiones de Broncano, incrementó a tal punto que ingresaban al penal con la única
premisa de entrevistarlo. La entrevista era un monólogo. El boxeador con los
rasgos compungidos, pedía perdón, pedía otra oportunidad y pedía disculpas
públicas por el deplorable comportamiento que lo estaba volviendo asiduo de
Lurigancho.
Las palabras y los ruegos de Broncano, eran como golpes lanzados al
vacío. Volvía hacerlo una y otra vez. Pero la última fue diferente. En un
intento de robo a un comerciante, este último, le propinó un golpe con un
fierro en el ojo derecho. Esto hizo que perdiera la visión de aquel ojo y la
definitiva perspectiva de su vida. Hoy vive sumergido en los bajos fondos.
Sumergido en el vicio y sobreviviendo a la tuberculósis. Con su cara marcada y
demacrada por el vicio, hoy luce una cabeza rapada y estrellada de tantas
cicatrices. Pómulos famélicos y ojos vacíos, como lo fue su vida a lo largo de
todo este tiempo. Si la gloria y el vicio tomaran forma humana, definitivamente sería
la de Mario Broncano.
Hoy en día Broncano transita en las drogas y la pobreza. Fue el ocaso de un gran talento. |
Ese Broncano está bueno para congresista. Estaría al mismo nivel que los demás.
ResponderBorrarSigue vivo? que es de su vida?
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